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Una Conversación Loca, Pero Liberadora

11/09/2020 06:08 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

En la primera conversación que sostengo con casi todos los clientes, declaran que es una charla medio loca, pero que los libera del pesar que sentían. Aquí te muestro en resumen de ella. Quizás a ti te suceda lo mismo

Todos los terapeutas tienen un enfoque particular que utilizan para abordar la ayuda que les dan a sus clientes.

El que utilizo casi siempre en la primera conversación me brinda tres posibilidades:

1-Mostrarles el camino para liberarse del sufrimiento.

2-Me sirve para calibrar y comprender hasta dónde la persona está interesada en cambiar su vida.

3-Me ayuda a diagnosticar el nivel de comprensión del cliente y saber qué estrategia seguir para ayudarlo.

Muchos me han dicho al final de esta primera conversación:

- “Sabes qué, es una conversación medio loca, pero siento que gran parte de mi pesar se libera”.

Quizás a ti te suceda lo mismo cuando leas este artículo porque aquí te muestro una especie de resumen en forma de preguntas y respuestas de cómo trascurre la mayoría de estas conversaciones.

Pregunta: Por favor; ¿me puedes ayudar a ponerle fin a mi sufrimiento?

Respuesta:

Física Cuántica, sanaciones, obtención de poderes, propuestas de cambios sociales y de ideologías, nuevos movimientos religiosos y corrientes neuropsicológicas, detención del proceso de envejecimiento, …y la lista resulta interminable de todas las actividades en que la humanidad está sumergida, buscando cómo evitar el sufrimiento y poder conservar esta identidad que hemos inventado y a la cual le llamamos “Yo”.

Pregunta: ¿Por qué dices que este “Yo” en el cual me concibo es inventado?

Respuesta:

Porque no es real. Lo real tiene que ser aquello que no sufra cambios, aquello que no esté sujeto ni al tiempo ni a la noción de movimiento, porque: ¿cómo entonces podrás decir que es real si está y a la vez no está?

¿Qué es aquello que conoces que no esté sujeto al movimiento del cambio, del deterioro, del envejecimiento, de la enfermedad y de la desaparición y que, a la vez, puedas decir que es real?

Pregunta: ¿Y si llamo al movimiento mismo; “lo real”?; a fin de cuentas, la vida se define como puro cambio, como movimiento.

Respuesta:

Si fuera así, disfrutarías el cambio, disfrutarías la muerte, disfrutarías el deterioro de las relaciones y de las cosas.

Te sentirías feliz con la enfermedad y con el envejecimiento, experimentarías bienestar y felicidad con la falta de paz.

¿Por qué combatirlos si son partes del movimiento? ¿Es racional que luches en contra de la realidad?

Parece que algo anda mal con este tipo de razonamiento.

Pregunta: Entonces; ¿cómo encontrar lo real?, ¿qué es eso que no está sujeto al cambio y que se mantiene inmutable?  

Respuesta:

Para poder responder a esa pregunta tienes que entrar en profunda meditación.

Pregunta: ¿Y qué es meditar?

Respuesta:

Es utilizar esta herramienta que llamas “mi mente” para responder a la pregunta esencial: ¿Quién soy?

En dependencia de cómo respondas a esta pregunta o escogerás el camino de la dicha, de la paz permanente o el de la infelicidad permanente.

Pregunta: ¿Y quién soy?

Respuesta:

Si vas a la esencia de la cuestión la única respuesta válida es que eres: VIDA.

Tu verdadera identidad no son las identificaciones sociales con las que casi siempre te defines: tu nombre, tu profesión, tus tenencias personales, tu status social, etc. porque todas estas identidades son productos añadidos a través de la práctica social gracias a que primero Eres.

Ni aun las distintas dimensiones que habitan en tu organismo: la dimensión celular, la química, la física, etc., las puedes identificar como tu verdadera identidad porque siempre podrás encontrar una realidad última de la cual todas ellas dependen.

Esa verdadera identidad se define como la sensación de Ser, de Existir.

Es algo impersonal, sin atributos.

Cuando piensas en la génesis del porqué te sientes vivo, todas las razones que expongas tienen que haber pasado primero a través del prisma de la sensación de Ser.

La sensación de Ser no la puedes definir, no la puedes experimentar a través de conceptos o representaciones, por lo tanto, la sensación de Ser no es una forma imaginable por la mente ni como pensamiento ni como emoción.

La sensación de Ser es más bien parecida a una comezón, a un picor, a algo intuitivo que no sabes explicar, pero lo sabes.

Aunque diferentes corrientes de meditación la han nombrado de diferentes maneras, casi todas coinciden en atribuirle las siguientes características:

1-Es la semilla, la fuente de la que se nutre la vida como la conocemos en esta forma. Todo lo que existe son solo variantes en las que ella se revela.

2-No es una experiencia porque no pertenece a la dimensión de los conceptos.

3-Una vez que se ha manifestado en una forma determinada (por ejemplo, en lo que llamas: “mi cuerpo-mente”); la función de esa forma es permitir que esa Sensación de Ser sea en total plenitud. Es lo que sentimos como esa sed de vida que nos parece que nunca se completa.

4-Ella aparece espontáneamente. Nadie puede decir: “en este momento quiero o no quiero sentir la sensación de Ser”. Ella no depende de la voluntad de nadie, ella es permanente, sin cambios.

Pregunta: ¿Eso quiere decir que mi verdadera identidad es esa sensación de Ser?

Respuesta:

¡Exactamente!

Vivimos bajo la ilusión que lo real es esta forma cuerpo-mente a la cual le damos una importancia falsa pues la verdad última es que todo es gracias a esa sensación de Ser, gracias a que ella nos degusta a nosotros es que nos sentimos vivos.

Pregunta: Pero debo reconocer que casi nunca en mis reflexiones voy tan profundo a indagar sobre esto que me estás hablando.

Respuesta:

Es ahí precisamente donde radica la naturaleza de la meditación.

La meditación en sus estados más profundos es cuando la mente permite que la sensación de Ser tome el mando completo y el “Yo” desaparece completamente.

Meditar es tener la valentía y la confianza de soltar todo el control que quiere la mente y dejar ser a ese principio manifiesto, dejar que sea ella misma.

Convertir esto en el acto más importante y prioritario de toda tu actividad es meditar.

Pregunta: ¿Y qué pasa con mi vida social si permanezco en ese estado?

Respuesta:

Lo que tú llamas “mi vida social” casi siempre es la compulsión del hacer para poder saciar esa sed de vida que, de hecho, nunca la podrás lograr de esa manera porque los objetos que adquieres no pueden satisfacer esa necesidad.

Si vas a la esencia de quién eres, la única respuesta válida es que eres: VIDA

Cuando a través de la meditación permites que la sensación de Ser tenga la total primacía; entonces tu actividad social continua como siempre, porque al final la realizas gracias a que Eres; pero sin compulsiones, ni ansiedades, ejecutando solo lo que el momento requiera ya que esa sensación de Ser está completa en sí misma, ya se ha calmado esa sed de vida y la neurótica búsqueda ha terminado.

Solo tienes que probar.

Además, para que la sensación de Ser se complete en esta forma no hay otro camino que la actividad. Si fueras otro tipo de forma, por ejemplo: un animal o una planta, tu actividad vital sería otra, pero la necesidad sería la misma.

Pregunta: ¿Es esa es la verdadera paz y felicidad?

Respuesta:

¡Así es!, la paz, el silencio, la armonía, la felicidad que tratamos de buscar no son nada más que conceptos aprendidos.

Esas cosas que todos anhelamos son inherentes a la sensación de Ser cuando está satisfecha de sí misma.

Fíjate que tenemos una compulsión por buscar experiencias que nos hagan sentir vivos y cuando lo logramos, transitoriamente, entonces vivenciamos esos supuestos sentimientos de felicidad, de paz, de armonía.

La razón es simple: queremos calmar esa sed de vida a través de actividades haciendo caso omiso a la sensación de Ser. 

Pregunta: ¿Y ese es el estado que se llama “iluminación”?

Respuesta:

Ese término, al igual que otros que se utilizan con la misma intención, son los nombres con los que se ha designado a la implosión permanente que hace la mente buscando esa esencia.

La iluminación no es un supuesto estado que hay que alcanzar o lograr, porque esa cualidad de implosionar buscando a la fuente siempre está presente; es lo que siempre estamos buscando para completarnos; lo que pasa es que casi nunca tomamos el camino correcto.

Pregunta: ¿Eso quiere decir que yo soy un Buda?

Respuesta:

Todos somos Buda, todos gozamos de esa condición y los niños son los mejores budas que conozco, pero solo eres consciente de ella cuando utilizas a la mente como te he explicado.

Pregunta: ¿Eso quiere decir que la liberación del sufrimiento en el que estoy inmerso depende de la manera en que utilice a mi mente?

Respuesta:

Por ahí fue que comenzamos esta conversación, ¿no?

Todo depende de los paradigmas que abraces, todo depende de tu seriedad en querer destornillar la placa mental en la que has estado obligado a creer producto de la educación y la cultura en la que te has desarrollado.

En resumen: todo depende de cuán profundo quieras viajar por el misterioso hoyo del conejo que nos brinda la meditación y reencontrarte con tu esencia.

Hasta aquí, más o menos es como transcurre esta conversación.

¿Y qué viene después?, quizás preguntes.

Si el cliente acepta mi ayuda; entonces comenzamos a analizar el libro del cual te he estado hablando y que le permite adentrarse paso a paso en el camino de la meditación.

Si has leído hasta aquí, tengo una pregunta para ti:

¿Estás dispuesto a adentrarte en el hoyo del conejo?

Déjame saber tus opiniones en los comentarios.

Permíteme terminar narrándote esta leyenda budista que resume elegantemente todo lo expuesto en este material.

¡Ah!, una aclaración necesaria:

Cuando comiences a leerla ten en cuenta que en ella el mar representa a la vida, a esa sensación de Ser, y la muñeca puedes ser tú.

La leyenda se llama: “La muñeca de sal”.

Quería ver el mar a toda costa. Era una muñeca de sal, pero no sabía lo que era el mar.

Un día decidió partir. Era el único modo de poder satisfacer su deseo.

Después de un interminable peregrinar a través de territorios áridos y desolados, llegó a la orilla del mar y descubrió una cosa inmensa, fascinadora y misteriosa al mismo tiempo.

Era el alba, el sol comenzaba a iluminar el agua encendiendo tímidos reflejos, y la muñeca no llegaba a entender.

Permaneció allí firme, largo tiempo, como clavada fuertemente sobre tierra, con la boca abierta. Ante ella, aquella extensión seductora.

Se decidió al fin y le preguntó al mar:

-Dime: ¿quién eres?

-Soy el mar.

- ¿Y qué es el mar?

-Soy yo.

-No llego a entender, pero lo desearía tanto... Explícame lo que puedo hacer.

-Es muy sencillo, solo tienes que probarme.

Entonces la muñeca cobró ánimos. Dio un paso y avanzó hacia el agua. Después de dudarlo mucho tocó levemente con el pie aquella masa imponente y obtuvo una extraña sensación.

No obstante, tenía la impresión de que comenzaba a comprender algo. Cuando retiró la pierna descubrió que los dedos del pie habían desaparecido. Quedó espantada y protestó:

- ¡Malvado! ¿Qué me has hecho? ¿Dónde han ido a parar mis dedos?

El mar replicó imperturbable:

- ¿Por qué te quejas? Simplemente tienes que ofrecer algo para poder entenderme. ¿No era eso lo que pedías?

La muñeca insistía:

-Sí... Es cierto, pero yo pensaba...

Reflexionó un poco, luego avanzó decididamente dentro del agua.

Esta, progresivamente la iba envolviendo y le arrancaba algo. A cada paso la muñeca perdía algún fragmento.

Cuanto más avanzaba se sentía disminuida de alguna porción de sí misma, pero más le dominaba la sensación de comprender mejor.

A pesar de todo otra vez repitió la acostumbrada pregunta:

- ¿Qué es el mar?

Una última ola se tragó lo que quedaba de ella.

Y precisamente, en el mismo instante en que desaparecía, perdida entre las olas que la arrastraban llevándosela no se sabe dónde, la muñeca exclamó:

Es utilizar esta herramienta que llamas “mi mente” para responder a la pregunta esencial: ¿Quién soy?

- ¡El MAR SOY YO!

MUCHAS GRACIAS.

 


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