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Un suceso ocurrido en lo más frío de Argentina, que cambió la óptica de mi vida mucho tiempo después. Todo surge a partir de una acción de un gran desconocido
En el punto panorámico de Bariloche había cuatro artesanos vendiendo sus obras. Uno de ellos vendía cuadros con frases, agradecimientos y demás.
En un momento, no me acuerdo cómo, terminé hablando del amor que le tengo a la música, y que la estudie y practiqué muchos años (hoy menos). Éste señor me escuchó, y me dijo que a él también la gusta mucho la música, y que sobretodo le gusta la improvisación del arte en cualquiera de sus formas; muchos de sus cuadros se tratan de eso. Después, no sólo me recomendó el libro "Freeplay" de Stephen Nachmanovitch, sino que también me preguntó si me podía dibujar algo en la mano: "¿me prestas tu mano un minuto?". Y cuando decía un minuto, exageró, en menos de sesenta segundos dibujó. Trazaba líneas casi sin mirar y me decía: 'estoy improvisando, eso es lo que me gusta'. Al final creó una imagen que me atrapó la vista un rato (teniendo detrás un paisaje hermoso para admirar).
Y cuando decía un minuto, exageró, en menos de sesenta segundos dibujó. Trazaba líneas casi sin mirar y me decía: 'estoy improvisando, eso es lo que me gusta'
Puede ser que parezca un ángel sentado en una corchea, pero yo creo que la corchea le dio alas a una simple persona.
Y así es como lo siento. Nunca había encontrado dibujo que me represente más. El hombre haciendo lo que a él más le gusta aclaró un pedacito de mi cabeza.