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Liberalismo y autonomía

16/10/2019 17:42 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

El liberalismo absorbido por el resurgimiento de un fascismo rejuvenecido y tecnologizado

El camino hacia la autonomía se inicia con la idea del poder soberano sobre todas las cosas del individuo, lo que impulsa el poder de juzgar por nosotros mismos. Nadie puede ni debe ceder su poder de pensar, aun cuando las leyes implican una cesión del derecho a obrar según la propia voluntad en muchas ocasiones. Pero de la razón nadie puede ser despojado. Todos tenemos derecho a decir aquello que pensamos, pese a que esto pueda herir el poder y la autoridad del Estado como conjunto y pluralidad.

Porque la realidad es que, si se nos concede libertad de pensamiento, el pueblo, aún pensando cosas contrarias, encontrará siempre la armonía. Pensar, juzgar y comunicar libremente, no produce efectos políticos nocivos, sino equilibrio compensador.

Así, la libertad de expresión sustituye las consideraciones de la tolerancia política, porque garantiza que el pacífico disfrute de los derechos no produce efectos políticos dañinos. Los derechos y libertades individuales son el verdadero concepto de liberalismo. Las libertades de conciencia y expresión constituyen los derechos del individuo que el Estado está obligado a reconocer.

Da igual que leamos, a Hume, a Kant o a Mill, todos sitúan la autonomía como marco de sus respectivos sistemas de pensamiento y con todos aprendemos de la importancia de elegir libremente la forma de vida a la que nos vinculamos. Y donde la autonomía es una exigencia moral y política de respeto y reconocimiento del otro como individuo y de su derecho a pensar como mejor le parezca.

Los proyectos de vida y la ideología de cada uno son respetables en sí mismos. Y se apoyan explícitamente en su derecho a la libre elección. Concepto que surge como una rebelión contra el antiguo régimen y su principio de adscripción. Se trata de desligarse de una comprensión que nos definía como productos del desempeño de determinados roles establecidos. La autonomía aspira a romper esa estructura establecida que es asfixiante y que ejercen los poderes establecidos. Pero, ¿qué significa gozar de autonomía? Para Kant la razón es el instrumento que permite al individuo liberarse de la tiranía de los deseos y establecer principios racionales que controlen tanto el orden individual como colectivo. La libertad no consiste en hacer lo que se quiera, sino en aprender lo que es correcto para el propio individuo. La autonomía es el uso de la razón, y está conectada con la idea de crecimiento personal.

Los liberales están en shock

John Stuart Mill, por su parte, describe un concepto de autonomía distinto, aunque en el fondo las consecuencias son similares. Para él, la autonomía debe comprenderse en un sentido interactivo, referida a la formación de ciudadanos con disposición crítica en el seno de una tradición. Es mejor ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho dentro de una piara, mejor ser Sócrates insatisfecho que un tonto satisfecho en su sociedad. Pero sin aplastar nuestras pasiones bajo el peso de la razón, porque eso sería hacer de ésta nuestra dictadura interna, más propio del planteamiento kantiano.

Hay que descubrir las inclinaciones que nos son realmente propias. Sin dejarse acorralar por la manipulación externa. El principio es el de la libertad y la autoexpresividad absolutas con una sola limitación, la del daño que nuestras acciones y elecciones pudieran generar en otras personas. Sobre su cuerpo y su espíritu el individuo es soberano, el daño a los demás es la única cosa que justifica la intervención de la sociedad y el Estado. Este concepto de autonomía es la idea de partida de la tradición liberal, ya que se cuida de advertir de los riesgos de tiranía del conjunto. Siendo malas para la autonomía las prohibiciones estatales, lo que se conoce como la “tiranía de la mayoría”, el “régimen de la opinión pública” o la imposición de la “normalidad”. Todas estas tendencias eliminan la base pluralista de la sociedad. Así, la defensa del pluralismo social, político o ideológico, chocan abiertamente con la idea liberal. Como afirma Mill, es mejor equivocarse por uno mismo que acertar siguiendo los dictados ajenos, creando así el mito del peligroso aumento del poder del Estado o de la mayoría. Por tanto, qué significa exactamente ser liberal dependerá de la definición que escojamos. Lo que sí es cierto es que todos estos enfoques comparten:

  1. Una vinculación de la autonomía con un derecho individual y con la capacidad de elegir por uno mismo.

  2. La sugerencia de que el ejercicio de este derecho no produce más que armonía política.

  3. La sugerencia de que cuando se ejercita la autonomía se descubren los valores de la ilustración y del liberalismo auténtico.

Resumiendo, que los liberales privatizarían todo lo que pudieran, porque para ellos el Estado tiene que retirarse para que la sociedad ocupe ese lugar. Venderían las empresas públicas. En realidad son antisistema, eso son los liberales. Pero, entonces, ¿cómo se mantendrían los servicios prestados a los ciudadanos? Prestaciones como el paro o las pensiones desaparecerían. Algunos liberales en nuestro país, proponen la retirada progresiva de la recaudación para que la gente, con ese dinero que destinaba a impuestos, contratara seguros privados para protegerse del desempleo o la jubilación. Todo ello al margen del Estado, evidentemente. Y es que para ellos la cosa no va de dinero, sino de libertad. Y con esa palabra elaboran su retórico discurso absurdo, inverosímil e inútil.


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