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Mi Cosmos

26/02/2018 07:50 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Tan minúsculo y tan inmenso al mismo tiempo, el Ser Humano. Tan todo y nada, a la par, en el mismo instante, en un viaje relativo en el espacio tiempo, sin origen ni final, que transciende nuestro ser y que nos empuja y obliga a pensar y reflexionar

Vivo en un planeta grande y hermoso llamado Tierra, con una Luna de luz y sombra que rotan como peonzas en sentido contrario a las agujas de un reloj a 1.600 Km/h. Su gemelo, Venus El Raro, es el único de todos los planetas y satélites del Sistema Solar que gira en el sentido de las manecillas del reloj, asomando el Sol por el Oeste y ocultándose por el Este. Sin embargo, ese inusual fenómeno, solo lo podríamos disfrutar, si viviéramos allí, cada 243 días terrestres, que es lo que dura un día de Venus.

Pues bien, todos juntos pero a distintas distancias, en un movimiento de traslación a 108.000 Km/h, orbitamos una estrella aún mas grande y hermosa, el Sol, atraídos, no por su belleza, que también, sino por su enorme Gravedad. La misma fuerza que impide a nuestra Luna alejarse demasiado, que está detrás de las mareas y que en su origen permitió el nacimiento de nuestro planeta y de su luna. Este Sistema Solar, a su vez, y junto al resto de sitemas solares,  orbita dentro de la Vía Láctea, alrededor de un bulbo central formado por un agujero negro a  la escalofriante velocidad de 960.000 km. hora.

En mi Galaxia, la Vía Láctea, hay cientos de miles de millones de estrellas y planetas más. Y resulta que hay billones de Galaxias como la Vía Láctea en el universo observable -93.000 millones de años luz de diámetro- con un número, ya inimaginable, de estrellas y planetas que se alejan en todas direcciones del punto inicial de la gran expansión primigenia –Big Bang- que los vio nacer, a la inimaginable velocidad expansiva de 2.000.000 Km/h. Y sin embargo, toda esa materia, representan poco más del 5% del contenido del Cosmos.

En otras palabras, es como si estuvieramos subidos a una noria en movimiento, cargada sobre un camión que viaja a toda velocidad encima de un tren bala disparado y todo ello dentro del acelerador de partículas, pués la suma de todas las velocidades a las que nos movemos arroja la fantástica cifra de 3.000.000 Km/h.

Miro el cielo estrellado en una noche oscura y me dejo seducir por el titilar de las estrellas aún a sabiendas de que nada es lo que parece pues, ni todas las que veo existen ya, ni puedo ver las estrellas llamadas negras u oscuras; tampoco aquellas que, aún estando ahí, su luz todavía no llegó hasta nosotros. Para colmo, su centelleo no es tal sino un mero efecto óptico provocado por nuestra atmosfera terrestre y las inmensas zonas oscuras del cielo entre las estrellas, no son vacío, sino todopoderosa Materia, Energía y Radiación Oscura –el 95% del Universo-, deformable en Ondas Gravitacionales. Aguardo el amanecer, consciente de que el Sol no sale por el horizonte, al Este, sino que yo, con la Tierra, en su rotación, me acerco a él hasta su visualización y que, cuando por fin lo veo, nunca será lo que parece, sino lo que fue ocho minutos antes, tiempo que tarda su luz y su calor en llegar hasta nosotros.

Somos parte de todo lo que ha existido antes de nosotros

Y todo eso sin entrar en la visión cuántica de todo ello pues, en palabras de Santiago Sánchez-Migallón, “en el mundo cuántico es posible que una partícula surja de la nada y vuelva a desaparecer, que esté en un estado y en su contrario a la vez, que esté en varios lugares, que tenga relaciones instantáneas con partículas alejadas de ella millones de años luz, o que se comporte de modo diferente si la observan.”

Ni siquiera el aire que respiro es original pues los millones de moléculas que inhalo en una sola inspiración, son las mismas que inhalaron antes que yo, mis seres queridos ya fallecidos, y todos nuestros antepasados. Lo mismo ocurre con el agua que bebo y los alimentos que ingiero. Gracias a los organismos descomponedores -saprofitos- las mismas moléculas fueron bebidas e ingeridas antes por todos los animales y plantas que existieron desde la formación de la Tierra hasta hoy.

Yo mismo soy, molecularmente hablando y, al margen de la creencia o no en la reencarnación, materia recohesionada y, por tanto, parte biológica no ya solo de mis ascendientes, sino, infinitesimalmente, de los seres humanos, animales y plantas que han habitado en nuestro planeta desde su origen. Y si desciendo al nivel atómico de las moléculas y la carga energética de sus partículas entonces bien puedo decir, sin temor a equivocarme, que cada ser humano es un universo en si mismo que comparte energía de los que nos precedieron y, por tanto, todos tenemos algo de Cleopatra, Cesar, Napoleón, Hitler o Einstein.

Y si todo ese descomunal Universo cuasi infinito, que se formó hace unos 14.000 millones de años atrás, equivaliera, por ejemplo, a un año terrestre, resulta que la aparición del Homo Sapiens sobre la tierra, todo lo que conocemos y somos, se habría producido en el último segundo del último día de ese año, es decir, con la decimo segunda uva de fin de año; mi misma existencia habrá durado una fracción tan mínima de un parpadeo, que es inexpresable; yo mismo, mi casa, mi país incluso, si el universo fuera del tamaño del desierto del Sahara o del Océano Pacífico, no tendría el tamaño ni de un grano de su arena ni una gota de su agua.

Tan minúsculo y tan inmenso al mismo tiempo, el ser humano. Tan nada y todo, a la par, en el mismo instante, en un viaje relativo en el espacio tiempo, sin origen ni final, que transciende nuestro ser y que nos empuja y obliga a pensar y reflexionar pero, por encima de todo, a relativizar sobre lo que somos, lo que buscamos, en lo que creemos y por lo que luchamos.

Cada ser humano es un universo en si mismo

AscoHastaLaNáusea


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Ascohastalanausea (258 noticias)
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