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El interés del GIEI es presentar lo ocurrido con la mayor precisión posible para poder llegar a conclusiones apropiadas
El Reloj del Tiempo
Es impresionante encontrarse con gente esperanzada en que se va a conseguir llegar a una negociación propatria. Más impresionante la incidencia de la gente de la Iglesia como factores motivadores en esta resistencia, siguiendo las huellas trazadas por Jesucristo, siempre del lado de los justos. “Pidamos a Dios que cambie nuestra historia” dijo recientemente el cardenal Leopoldo Brenes, testigo de todo lo que ha ocurrido. Tratar de desvirtuar los informes de organismos internacionales sobre el atropello a los derechos humanos es tonto e inhumano, porque hay una multitud de pruebas sobre el tapete que no admiten distorsiones. Hasta hoy la imposición del miedo, no le ha permitido a ningún gobierno totalitario evitar su caída. Hay miedo frente a las arbitrariedades que se multiplican, es cierto, pero no impide el crecimiento del rechazo.
A su vez, los protestantes lograron su cometido al lograr que este gobierno bolivariano y revolucionario le diesen parcelamientos para construir sus Asambleas en áreas de seguridad territorial que luego entrarían en una fase de sedes diplomáticas, por graso error de nuestros alcaldes y gobernantes. Esto sucede en Valencia, Estado Carabobo, donde grupos cristianos procedieron a construir un sinnúmero de templos alrededor del aeropuerto de esta ciudad y el General que funge como Ministro de Defensa, Vladimir Padrino López desconoce esta realidad y habla que los venezolanos, estamos dispuestos a defender la patria. Más allá del tinte político, los cristianos evangélicos jamás serán revolucionarios, simplemente porque somos gentiles que confesamos el nombre de Jesucristo y somos parte junto al pueblo de Israel del pueblo de Dios, Jehová.
El 30 de agosto de 2006, Orlando Núñez, posiblemente el intelectual de más alta nota en el aparato gubernamental, que me resisto a llamarlo sandinista por respeto al General de Hombres Libres, escribió lo siguiente en un artículo titulado en El Nuevo Diario “Ningún partido puede gobernar solo”. Orlando señaló: “Aquí siempre se ha gobernado bajo el hegemonismo o la fuerza de un partido, sin parar mientes en la oposición que se lo impide. El resultado es conocido: golpes de Estado, guerras civiles, revoluciones, deterioro social e ingobernabilidad”. Agregando: “Los gobiernos particulares funcionan hasta que dejan de funcionar, arrasando con su soberbia el cadáver de generaciones enteras”. Es precisamente lo que se está intentando que ocurra, frente a ese gran e indestructible tranque que es la resistencia.
Entre el 18 y 30 de mayo 2018, en apenas 12 días de un cruel y sangriento calvario, hubo un total de 109 fallecidos, 95 por armas de fuego, 57 con disparos al tórax, 7 en el cuello, 31 en el cráneo, 3 por quemaduras y 5 por heridas traumáticas. No existen evidencias de golpe de Estado. Manifestantes respondieron cuando fueron atacados. No hubo asistencia a víctimas… Mientras leía —casi en cámara lenta— el informe del GIEI, un certificado de la verdad, los dolorosos recuerdos venían hacia la mente y el corazón de cada uno, vertiginosamente, danzando grotescamente, haciendo que el alma se arrugara. Nunca creímos que tanta barbarie contra un pueblo fuera posible por aferrarse al poder. De haberlo sabido hubiéramos podido “negociar” la salida de cinco millones hacia cualquier parte y dejarlos solos, con su gente, con la que se sienten a gusto. Eso habría permitido humanamente que todos estuvieran vivos, incluyendo los 22 policías que no querían estar ahí apretando sus gatillos, pero se encontraban cumpliendo una misión, y tenían que obedecer... Y encima de esta verdad tan amarga, los inútiles intentos de distorsionar los hechos, cómo si las imágenes claramente vistas y las experiencias vividas, fueran falsas. Una acción de desfachatez imperdonable.
En Venezuela, con las guarimbas, sucede casi lo mismo. En nombre de la paz se hace la guerra y, se nombra a Dios en todo, una gran mentira que desvirtúan la verdad y credibilidad de los procesos de cambio. En estos procesos, se encuentran presente EE. UU e Israel involucrados junto a sus aliados.
El interés del GIEI es presentar lo ocurrido con la mayor precisión posible para poder llegar a conclusiones apropiadas y fijar a los responsables de la más grande matanza de nuestra convulsionada historia, frente a un pueblo sin armas —como se vio en las Universidades y en iglesias como la Divina Misericordia— desesperado en la búsqueda de un acercamiento a la democracia, ansioso de romper cadenas y abrazarse con la libertad. Los organismos internacionales de derechos humanos, con amplia experiencia en estas valoraciones, fueron directamente a un punto de coincidencia sobre los responsables, que siguen haciéndole un daño irreparable a este pobre país de Nicaragua, zigzagueando entre sus ruinas morales, el deterioro social y los escombros que están quedando en lo económico. ¡Qué importa eso frente a las ambiciones sin medida de seguir sometiendo a una sociedad que finalmente erosionó y ha demostrado ser lo necesariamente resistente para no dar marcha hacia atrás! Repito, nunca imaginamos que esa ferocidad de victimarios fuera posible. Los creíamos no solo más razonables, sino más humanos, por haber sobrevivido muchos de ellos a episodios de barbarie en otros tiempos, que han regresado agrandados como si el viento nunca se los hubiera llevado.
Se refiere el informe del GIEI a los juicios a puertas cerradas, al sistema de justicia como un engranaje más de la represión, a las armas utilizadas por los manifestantes y las que usaron los agresores, al efecto en la sociedad, a la provocación del miedo, a la responsabilidad del Gobierno —un punto clave—, y sobre todo, a la falta de investigaciones. Explican que “es un informe duro porque la situación es dura” y lo hacen con el soporte de más de 200 videos, que no permiten abrir espacio para discusiones inútiles; es decir, que nada es especulativo. A esta altura de los tenebrosos acontecimientos, ocho meses después, el GIEI coloca la verdad desnuda sobre el tapete, en una especie de striptease macabro… Previo a los días navideños, el informe golpea brutalmente mientras se les ordenan persecuciones a periodistas empeñados en mostrar esa verdad al pueblo, incluyendo a los que a propósito se hacen los ciegos… Solo con una pérdida de conciencia se puede negar lo obvio. El informe es claro: no hay funcionarios destituidos por haber participado en la represión; no pueden existir grupos paramilitares paralelos; no hay investigación de jueces que hayan vulnerado el sistema judicial ni jueces que hayan mostrado independencia. Es decir, el país se encuentra secuestrado, pero batallando desde adentro, con uñas y dientes.
Una cosa es revolución y otra, es ser honesto con la revolución misma
Es difícil comprender la lenta y débil respuesta de gobiernos y organismos internacionales ante la bárbara represión del gobierno de Daniel Ortega, que, desde el 19 de abril de este año, día que se iniciaron las protestas en su país, han asesinado a más de 400 personas, herido a 4, 062, torturado a centenares y existen unos 500 presos políticos, en su gran mayoría jóvenes, a quienes jueces serviles los acusan de terrorismo.
Durante esos largos ocho meses hemos visto imágenes de policías y paramilitares disparando o aporreando opositores, ingresando a las iglesias para agredir sacerdotes y feligreses, cerrando medios de comunicación y organismos defensores de los derechos humanos, actos de barbarie que a pesar que violan todos los principios de convivencia humana, no tuvieron una respuesta rápida, firme y drástica de la comunidad internacional.
Como efecto de la represión, la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) informa que este año la economía se retraerá un -4 % y que el 2019 ese porcentaje se incrementará al doble. Además, se perdieron 347 mil empleos, la pobreza aumentó de 29.6 % a 34.8 %, lo que significa 143 mil pobres nuevos, cifra que se multiplicaría el próximo año si continúa la crisis. A su vez, como era previsible, las inversiones se redujeron 50 % y unos 40 mil nicaragüenses emigraron a Costa Rica en búsqueda de seguridad y empleo, así como hacen los venezolanos que huyen de la dictadura de Maduro.
Para ocultar sus actos ilegales Ortega expulsó al grupo de expertos independientes enviados por la OEA, que antes de retirarse presentaron un lapidario informe que concluye denunciando que “El Estado de Nicaragua ha llevado a cabo conductas que, de acuerdo al derecho internacional, deben considerarse crímenes de lesa humanidad, particularmente asesinatos, privación arbitraria de la libertad y el crimen de persecución”. Más claro, imposible. Por esas consideraciones, el Secretario General de la OEA ha solicitado al Consejo Permanente una reunión urgente con el propósito de aplicar la Carta Democrática y separar Nicaragua del sistema Interamericano.
A una tiranía como la que se ha secuestrado un país hay que aislarla y presionar para que abandone el poder. Por ello, consideró que, en paralelo, deben adoptarse medidas complementarias.
Tanto en Nicaragua, como Venezuela hay un desconocimiento sobre la equidad revolucionaria y sus aportes al desarrollo comunitario, la población ha sido engañada y no tiene capacidad para adquirir alimentos y ser felices en su territorio con su grupo familiar, la mayoría de nuestros hijos han emigrado.
Y, en el caso peruano, que procedió al cobro de 56 millones de dólares que adeuda el régimen de Ortega desde 1986, según reporta del Banco Central de Reserva. Ese dinero fue prestado, al igual que hicieron otras naciones de América Latina, ante una emergencia humanitaria; pero, a pesar que han transcurrido 32 años, no devuelven el principal con sus respectivos intereses. Ortega, sin embargo, no puede invocar carencia de recursos, porque sí tiene dinero para comprar armas, bombas lacrimógenas y tanquetas para reprimir al pueblo, así como tanques y aviones de combate a Rusia por 200 millones de dólares. Al Perú, por tanto, le corresponde cobrar el empréstito o recurrir a los tribunales internacionales de justicia.
Tanto en Nicaragua, como Venezuela hay un desconocimiento sobre la equidad revolucionaria
Y su cambio social a favor de la comunidad, nos hemos conseguido es con unos depradadores.