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Putin, asume liderazgo espiritual y material de los pueblos ante ausencia de Chávez Frías

17/08/2019 13:26 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Putin, es el hombre llamado por las fuerzas especiales del universo para reorientar el planeta tierra, Hugo Chavez Frías, fue el llamado junto a Trump y Rusia, pero su excesivo bocazas fue factor para su extravió

Aventis

Rusia, tiene ahora una mejor percepción de la zona centroasiática y, desde que Vladimir Putin llegó a la presidencia existe una mejor administración de sus recursos energéticos. Las antiguas colonias tienen que buscar su mejor mercado y ya no constituyen un apéndice de Moscú, tal como se percibía históricamente a estas Repúblicas, como una carga sostenida mediante subsidios a lo que se añadían también otras valoraciones de índole cultural, como antigua metrópoli que habría contribuido decisivamente al desarrollo material de dichas comunidades. Ahora, es de entender que la antigua URSS es un factor primordial de desarrollo.

De las cinco repúblicas exsoviéticas de Asia Central, solo Turkmenistán no forma parte de la OCS, organización que conjunta a las restantes cuatro centroasiáticas, así como a Rusia y China, como miembros fundadores. En la actualidad, se han sumado a partir de 2017 India y Pakistán como miembros de pleno derecho, y se mantienen Irán, Mongolia, Afganistán y Bielorrusia como observadores, y Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía como socios de diálogo, figurando asimismo Bangladés y Siria como otros interesados. El Caspio, es una pieza fundamental energética.

En la ecuación del final de la Guerra Fría a Estados Unidos pareció escapársele el factor China, el cual ha sido capitalizado en cambio de manera muy hábil por Rusia, la que evidentemente cuenta con la ventaja geográfica de compartir frontera en común con el gigante asiático. Así, nada más natural desde una perspectiva geopolítica que una alianza relevante entre Rusia, una potencia militar y con una economía relativamente débil, y China, una potencia económica con un poderío militar todavía menor. Juntas, ambas naciones constituyen un bloque de primera línea como potencia mundial económica y militar. Dicha alianza, de hecho, ya existe y se ha concretado mediante la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), constituida formalmente en el año 2001 y que está llamada a llenar el vacío que dejó la desaparición del Pacto de Varsovia, particularmente en lo militar, pero además con un alcance mucho mayor en materia de cooperación económica, energética y tecnológica.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), conocida igualmente como Alianza del Atlántico o Alianza del Atlántico Norte, es como su nombre indica, una alianza militar intergubernamental basada en el Tratado del Atlántico Norte, el cual fue firmado el 4 de abril de 1949, como iniciativa de las naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial y para impedir el avance de las pretensiones hegemónicas soviéticas.

La OTAN constituye un sistema de defensa colectiva, mediante el cual los países miembros acuerdan defenderse mutuamente si son atacados por una facción externa al bloque. Cuenta en la actualidad con 28 miembros, todos ellos localizados en Europa y América del Norte. Albania y Croacia son los más recientes miembros, ambos incorporados en abril de 2009. Aparte de los países miembros, otros 22 países colaboran con la OTAN a través del Programa “Asociación para la Paz”. Asimismo, otros 15 países adicionales están involucrados en diferentes programas de diálogo con la OTAN. El gasto militar combinado de todos los países miembros de esta poderosa alianza es mayor al 70% del gasto militar mundial. Los miembros más relevantes de la OTAN son Estados Unidos, a la cabeza de todos, Reino Unido, Francia y Alemania.

Más que como una alianza para la defensa colectiva, la OTAN ha operado históricamente como una fuerza militar conjunta para el ataque y la invasión con fines hegemónicos de Estados Unidos y sus aliados, del mismo modo que en su momento lo hiciera el extinto Pacto de Varsovia en Asia Central respecto de los intereses hegemónicos soviéticos.

Ahora bien, pese a las promesas de Bill Clinton a Mijail Gorbachov de que la OTAN no se expandiría hacia el este para absorber a los antiguos miembros del Pacto de Varsovia, a cambio de que Rusia accediera a que una Alemania reunificada permaneciera en la OTAN, dicho pacto fue violado (Chomsky, 2007); hecho que seguramente constituyó un factor decisivo para la creación de la ahora mucho más ambiciosa Organización de Cooperación de Shangai (OCS), a fin de –en principio– hacerle contrapeso a la OTAN en el antiguo espacio geográfico de influencia de Rusia en Asia Central, conformado por Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán. Repito.

La OCS fue fundada formalmente el 14 de junio de 2001, en una fecha extrañamente cercana a los acontecimientos del 11 de septiembre de ese mismo año y la casi inmediata declaración unilateral de “guerra contra el terrorismo” por parte de Estados Unidos, sobre la base de la cual envió tropas a Afganistán, utilizando para ello justamente las naciones ex soviéticas de Asia Central. Las tropas norteamericanas permanecen actualmente en Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán, y la OCS ha hecho reiterados llamamientos a la definición de una fecha para su retirada total, habida cuenta del agotamiento de la guerra contra Irak y la guerra contra el terrorismo inicial; aunque desde la guerra en Siria y el ‒extrañamente conveniente para los intereses de la OTAN‒ surgimiento del Estado Islámico, la alianza atlántica sigue teniendo la excusa perfecta para mantener su presencia militar en Asia Central.

No resulta descabellado entonces considerar, ahora que es sabida la participación del propio gobierno norteamericano en los atentados “terroristas” al Word Trade Center de Nueva York, que en ello haya incidido el temor de George Bush ante la  concreción de una organización –la OCS‒ que podría estar destinada a revivir el extinto Pacto de Varsovia y, con ello, conducir a la repolarización geopolítica mundial.

La amenaza que la OCS representa para la hegemonía norteamericana mundial no es poca cosa. La Organización de Cooperación de Shangai, cuyos miembros principales son Rusia y China, ha incorporado recientemente a la India como miembro de pleno derecho. La pretendida rivalidad entre China e India en materia energética, ha sido desmentida por los hechos. Al respecto, cabe citar:

“…la India y China “se las ingeniaron para confundir a los analistas de todo el mundo al convertir su tan cacareada rivalidad por la adquisición de activos petrolíferos y gasísticos en terceros países en una incipiente asociación que podría alterar la dinámica básica del mercado energético mundial”. Un acuerdo de enero de 2006 firmado en Pekín “allanó el camino para que la India y China colaborasen no sólo en tecnología, sino también en la exploración y producción de hidrocarbonos, una sociedad que con el tiempo podría alterar ecuaciones fundamentales del sector mundial del petróleo y el gas natural”. En un encuentro de productores y consumidores de energía celebrado en Nueva Delhi varios meses antes, la India había “develado un ambicioso proyecto de 22.400 millones de dólares para una red de seguridad de gasoductos y oleoductos panasiáticos” que se extendería a lo largo de toda Asia, desde los yacimientos siberianos hasta los gigantes energéticos de Oriente Medio, atravesando Asia Central e integrando también a los estados consumidores” (Chomsky, 2007, p. 295).

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Y la integración energética no es la única amenaza geoestratégica para Estados Unidos, sino también la enorme amenaza financiera que para su estabilidad representa el hecho de que los países asiáticos mantienen más de dos billones decimales (millones de millones) de reservas internacionales denominadas en dólares en su inmensa mayoría, y el planteamiento inicial de crear un mercado petrolero asiático que comercie en euros, ha dado paso hoy día a la firme idea de que ese mercado comercie en yuanes, dado que el yuan desde el 1° de octubre de 2016, finalmente ha pasado a formar parte de la privilegiada lista del Fondo Monetario Internacional de las divisas libremente convertibles para las finanzas y los intercambios comerciales mundiales. La migración del dólar al yuan o al euro como patrón de cambio central de las transacciones petroleras asiáticas traería como consecuencia una crisis financiera descomunal para Estados Unidos y, por efecto dominó, el resto de sus aliados del Bloque Occidental.

Aparte de India y Pakistán, este último también incorporado ya como miembro de pleno derecho a la OCS, otras naciones actualmente observadoras que pronto podrían engrosar las filas de esa organización son Irán y Mongolia, cuyos intereses mutuamente beneficiosos con China y Rusia son incuestionables.

Es claro que lo que el mundo necesita para sobrevivir a largo plazo es que se imponga la utópica “armonía de intereses” postulada por el liberalismo político, la integración solidaria y complementaria de los pueblos planteada por la diplomacia bolivariana de Venezuela, así como la erradicación de todo intercambio desigual. Una sola gran nación humana, pero no edificada bajo el principio del “destino manifiesto” norteamericano o el novus ordo seclorum o el expansionismo a la china, sino bajo el principio de la solidaridad e igualdad universal. El derecho a existir de todos los pueblos y culturas del mundo.

Todo este escenario de bipolaridad mundial es, sin lugar a dudas, un claro escenario de guerra, fundamentado en la razón universal de todas las guerras: la puja distributiva por los recursos materiales necesarios para el crecimiento y el mantenimiento de las propias expectativas de calidad o nivel de vida. No es casualidad que grandes analistas como Fidel Castro y el Papa Francisco hayan alertado al mundo sobre la posibilidad cierta de una nueva guerra mundial, y el propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha recientemente declarado el inicio formal de la III Guerra Mundial porque ya hay más de cinco países involucrados en la guerra internacional contra el Estado Islámico, que son Estados Unidos, Francia, Irán, Iraq, Rusia y Alemania.

Otros analistas, como el exsecretario de Defensa norteamericano Jed Babbin, aseguran que la Guerra Fría fue la III Guerra Mundial, y consideran que la Guerra contra el Terrorismo iniciada el 11 de septiembre de 2001 sería la IV Guerra Mundial; pero además y de manera coincidente con lo planteado en el presente análisis, considera precisamente que la V Guerra Mundial será el combate con China.

En el fondo, será El Armagedón o guerra final entre las fuerzas espirituales electromagnéticas que se movilizan en la esfera terrestre y, algo tiene que ver con los extraterrestres y, la soldadesca china atravesará a una sola voz, la Tierra Santa en un claro desafío a Jehová, el vigilante de este sistema planetario y, a Vladimir Putin y Donald Trump llamados a reordenar este mundo en sus conflictos naturales de competencia desleal en el campo energético.

Visto así, ya no parece tan casual que, el establishment norteamericano haya optado por colocar al frente de su gobierno al ala más radical y virulenta de los halcones de la ultraderecha republicana, encabezados por un títere grotesco al que la historia podrá atribuirle como chivo expiatorio cualquier atrocidad de proporciones genocidas. Tal y como en su momento el establishment europeo colocó en el poder a Hitler para resolver las tensiones geopolíticas de aquella época.

Ante esta realidad y frente al escenario por muchos años más de un mundo hegemónico caracterizado sea como sea por un sistema de dependencia y desigualdad económica centro-periferia, la gran pregunta para cualquier país periférico como Venezuela es qué hacer, primero que nada, para sobrevivir, para preservar siquiera su derecho a existir, y luego, para alcanzar el nivel adecuado de bienestar material para su población.

Esto coloca la gran pregunta del modelo de desarrollo a seguir, no como una opción autónoma, sino como una decisión de inserción o no en el modelo de desarrollo de los países hegemónicos y las consecuencias de dicha decisión para la seguridad nacional y la felicidad social.

En consecuencia, nuestro presidente, Nicolás Maduro Moros no es el hombre para dirigir a Venezuela en el futuro y esto, lo saben Trump Donald y Putin. Incluso, ninguno de los dirigentes opositores, debe resurgir un nuevo líder, quien era o podía ser, no cumplió con las normas establecidas por el guía de este proyecto mancomunado entre Xi, (China), Putin, (Rusia) y, Venezuela, el comandante Hugo Chávez Frías. Máximo líder de la conciliación Norte- Sur y del Oriente Asiático.

* Escrito por Emiro Vera Suárez, Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

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Emiro Vera Suárez (2291 noticias)
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